Siguiendo con mis lecturas de
clásicos, en esta entrada de nuevo voy a hacer una reseña de un libro de otro
de los grandes autores de la literatura española.
Autor: Pío Baroja
Editorial: Caro
Raggio: editor
Año: 1973
Páginas: 331
Género: novela
Sinopsis:
Para Azorín esta novela resume
mejor que ninguna el espíritu de Baroja. Y efectivamente: sus principios
filosóficos y sociales, la reacción frente a la miseria y el dolor, y los
elementos autobiográficos hacen de esta obra muestra privilegiada del mundo del
autor. Médico, como Baroja, el protagonista de «El árbol de la ciencia» asiste
impotente a los desafueros de una sociedad mezquina y envilecida. Entre el
determinismo fisiológico y la rebelión moral hay la búsqueda de un camino
propio.
Mi opinión:
Me encantaría decir que he
disfrutado horrores de esta lectura, pero no es así. Tampoco es que me haya
disgustado. Simplemente, el libro ha pasado sin pena ni gloria por mis manos.
Quiero decir, sé que es una novela importante, que me ha servido para
comprender a Pío Baroja algo más (hay quien dice que Andrés Hurtado, nuestro
protagonista, es un alter ego del
autor), pero no me ha llenado.
A su favor diré que se lee
rápido, el lenguaje es sencillo, hay diálogo, las descripciones no son
tediosas… Sin embargo, la trama es bastante insulsa. El libro nos narra la
existencia de Andrés Hurtado desde que ingresa en la Facultad de Medicina hasta
el final de sus días. Lo que ocurre es que la vida de Andrés, aunque podría
haber sido interesante, deja de serlo por su inacción y por su inherente y
desesperante pesimismo.
Andrés Hurtado va enlazando
decepción tras decepción, nada añade color a su vida, vida que hasta a él mismo
aburre. No se encuentra bien en ningún sitio. Ni su familia, ni sus amigos, ni
su profesión le llenan. Y las pocas personas que consiguen hacerle sentir bien,
acaban por desaparecer (perdón por el mini spoiler).
Andrés es un espectador de su propio deambular por el mundo. Se conforma, no
lucha. Eso sí, teoriza mucho, a veces en exceso (algunas de las conversaciones
con su tío, que ocupan capítulos enteros, se hacen pesadas). No obstante, de
sus pensamientos sacamos algunas ideas muy interesantes.
Poco a poco, esa poca actitud,
ese “pasotismo” hacia todo y hacia todos, se torna antipatía e incluso odio (se
ve claro en su estancia en el pueblo). Andrés termina por mostrarse como un ser
antisocial.
No te identificas con ninguno de
los personajes, porque no los llegas a conocer. Tanto es así que yo ni llegué a
distinguir a sus dos amigos, los que le acompañan en la carrera. No sabía quién
era quien, y tenía que volver atrás para aclararme. Al final dejé de hacerlo,
daba igual, su presencia en la novela es totalmente anecdótica, no tienen
interés alguno para una trama que, en realidad, no es trama.
Si hay un personaje que me cayó
bien desde el principio hasta el final fue Lulú. Es una mujer deslenguada, que
no se adapta a la hipocresía de la que todos hacen gala. Tiene un carácter
independiente, es inteligente y sabe calar bien a las personas. Sin embargo, está
deprimida y a veces se muestra apática. Esconde un gran corazón, es sensible y
es la que termina por humanizar a Andrés cuando más decepcionado por el mundo
se encontraba.
Esta pasividad, esta abulia,
termina por aburrir irremediablemente al lector a ratos. Lo que sí merece la
pena del libro es observar el cuadro de la sociedad de ese momento que se nos
presenta, bastante adecuado, aunque no deja de ser una resentida visión de la
realidad.
La moraleja que se saca es que
hagamos lo que hagamos, luchemos o no, las cosas no van a cambiar, hay un
determinismo fatal que empuja al mundo a quedarse como está. Pesimista,
¿verdad? Yo a veces me hundía un poco mientras leía, pero no mucho, porque como
os he dicho, no tenía cariño a los personajes, lo he leído sin implicación
alguna, sin meterme en la historia.
Mi consejo, sinceramente, es que
si os gustan los libros con mucha acción, no os lo leáis. Si, por el contrario,
os gustan los libros que se limitan a contar una vida, puede ser una buena
opción. Aunque la finalidad última de El
árbol de la ciencia es conocer a Baroja.
Ha sido una reseña cortita, nos
vemos en quince días. Ya habrá sido mi cumpleaños… Qué mayor me hago…
Citas:
“Así hemos encontrado el mundo y
así lo dejaremos”.
“La ley siempre es más dura con
el débil”.
“La moral del cobarde que exige
el valor en otro”.
“Yo no creo como Calderón, que el
delito mayor del hombre sea haber nacido. Esto me parece una tontería poética.
El delito mayor del hombre es hacer nacer”.
“Hemos llegado a querernos de
verdad porque no teníamos interés en mentir”.
“Pensar que al día siguiente de
mi muerte el espacio y el tiempo seguirían existiendo me entristecía […] cuando
me convencí por Kant que el espacio y el tiempo no significan nada, por lo
menos, que la idea que tenemos de ellos no puede existir fuera de nosotros, me
tranquilicé […]. Acabado nuestro cerebro, se acabó el mundo. Ya no sigue el
tiempo, ya no sigue el espacio, ya no hay encadenamiento de causas. Se acabó la
comedia, pero definitivamente. Podemos suponer que mi tiempo y un espacio sigan
para los demás. ¿Pero eso qué importa si no es el nuestro, que es el único
real?”.