Ya sé que debería de haber
actualizado ayer… pero me fue imposible, así que ¡más vale tarde que nunca!
La segunda parte de la Trilogía del Baztán llegó a mí para
Navidad, como ya os conté cuando reseñé la primera parte (El guardián invisible) hace unos meses. Tras hacer un parón con
otras lecturas, algunas obligadas, decidí retomar la serie. Y la vuelta a
Elizondo no ha estado nada mal.
Autora: Dolores Redondo
Editorial: Ediciones Destino
Año: 2016
Páginas: 553
Género: crimen y misterio
Sinopsis:
«Amaia dio un paso adelante para
ver el cuadro. Jasón Medina aparecía sentado en el retrete con la cabeza echada
hacia atrás. Un corte oscuro y profundo surcaba su cuello. La sangre había
empapado la pechera de la camisa como un babero rojo que hubiera resbalado
entre sus piernas, tiñendo todo a su paso. El cuerpo aún emanaba calor, y el
olor de la muerte reciente viciaba el aire.»
Un año después de resolver los
crímenes que aterrorizaron al pueblo de Baztán, la inspectora Amaia Salazar
acude embarazada al juicio contra Jasón Medina, el padrastro de Johana Márquez,
acusado de violar, mutilar y asesinar a la joven imitando el modus operandi del
basajaun. Pero, tras el suicidio del acusado, el juicio debe cancelarse, y
Amaia es reclamada por la policía porque se ha hallado una nota suicida
dirigida a la inspectora, una nota que contiene un escueto e inquietante
mensaje: «Tarttalo». Esa sola palabra destapará una trama terrorífica tras la
búsqueda de la verdad.
Mi opinión:
Esta segunda parte me ha gustado
más que la primera. Algunos de los fallos que le vi a la entrega anterior se
han resuelto, otros siguen apareciendo, pero bueno, aún nos queda el tercer y
último libro de los crímenes del Baztán, así que existe una última oportunidad
para que tenga un cierre redondo.
La trama está conectada con El guardián invisible, pero es bastante
independiente, aun así, yo recomiendo leerlos seguidos, más por la parte que
toca a la vida personal de Amaia que por los crímenes en sí.
Si hay algo que hay que
reconocerle a la autora es que escribe muy bien. Hay pasajes que da auténtico
gusto leerlos, y eso siempre se agradece, sobre todo la gente que, como yo,
también escribe, y lee para aprender y mejorar, aparte de para divertirse. Y
otra cosa que ya dije en la reseña del libro anterior, la documentación sobre
el trabajo policial y sobre el pasado y la mitología me parece fabulosa. Es
curioso por ejemplo lo que cuenta del inquisidor Salazar, un hombre que
investigó lo de las brujas en Baztán y no condena a ninguna, Amaia lo llama
detective. Supongo que la elección del apellido de la protagonista está relacionada
con esta persona.
La historia de esta novela se
basa en la persecución de un asesino en serie que se hace llamar “Tarttalo”.
Éste intenta desesperadamente llamar la atención de Amaia para que ella se haga
cargo del caso y la involucra, con sus actuaciones, de un modo personal. Al
mismo tiempo se produce unas misteriosas profanaciones en una iglesia, que
resultarán estar relacionadas con el asesino. Me parece un acierto conectar dos
líneas de investigación que, a priori parecen diferentes, sin embargo terminan
siendo el mismo caso. Bien es cierto que yo desde el principio sospeché que
iban de la mano, pero hay que reconocer que le da dinamismo al libro.
De nuevo se nos vuelve a
introducir lo fantástico. A mí me encanta todo esto de la mitología y tal, aunque
se hace raro en un libro que parece meramente policíaco. No obstante, aquí no
es tan recurrente y explícito como en el primero, lo he visto más natural todo.
[**SPOILER DEL PRIMER LIBRO*** Lo que me chirría un poco es que Amaia, después
de saber a ciencia cierta que el basajaun es real, se resista a creer que
puedan existir otro tipo de criaturas, a ver, si tú ya tienes una prueba de que
esa criatura está en el bosque, ¿por qué sigues siendo tan cerrada de mente?
***FIN DEL SPOILER DE PRIMER LIBRO***]. También la brujería cobra mucha
importancia, aunque creo que en el tercero aún será más relevante si las cosas
toman el rumbo que sospecho que van a tomar.
Hay fragmentos que son bastante
inquietantes, sobre todo los que tienen que ver con el pasado (hay saltos
temporales, aunque menos que en el primer libro). A mí es que todo lo que tiene
que ver con la madre de la inspectora Salazar me da mucho miedo, tanto que me
acostaba después de leer estaba nerviosa no fuera que esa mujer apareciera para
“comerme”. Es que me duele tanto que una madre pueda hacerle eso a su hija…
Rosario es un auténtico monstruo. Y luego está el padre de Amaia, que no llego
a entender por qué permite que las cosas lleguen al punto al que llegan en su
casa, ¿cómo un padre puede hacerle pasar a su hija por lo que le hace pasar él
a la protagonista? Me consolaría diciendo que es ficción, sin embargo, por
desgracia, la realidad a veces la supera.
Amaia, debido a su pasado, es la
encarnación de la resiliencia, sale adelante a pesar de todo por lo que tiene
que pasar de niña, y es fuerte y decidida, excepto cuando se topa con su madre,
algo que, en esta ocasión, no va a poder evitar… (ya no digo más, lo prometo).
En este libro tiene mucha
importancia la historia personal de la protagonista, aunque gracias a Dios. no
pasa como en el primer libro, que parece olvidarse de los casos para hablar del
pasado de Amaia. Quizá precisamente porque en esta ocasión está totalmente
intrincado con los casos que se investigan, el “Tarttalo” quiere llamar
desesperadamente su atención. Además, gracias a esto, conocemos más a Amaia, se
nos hace mucho más humana [***MINI SPOILER DE LA PRIMERA NOVELA*** sobre todo
con su faceta de madre, pues al no poder atender a Ibai como ella quisiera se
siente tremendamente frustrada, algo que nos pasaría a cualquiera al tener que
compaginar la maternidad con el trabajo, y es que en España la baja por
maternidad es corta, a ver a quién no le da pena dejar a una criatura de tan
sólo cuatro meses*** FIN DE MINI SPOILER DE LA PRIMERA NOVELA***].
No obstante, aunque me parece una
novela más completa que la anterior, sigo viendo tramas que se quedan cojas, y
espero que las resuelva en la última novela. Por ejemplo, aunque la de Montes
al final mejora, al principio es horrible, su presencia no tiene ningún
sentido. Por otro lado, Flora en esta ocasión apenas tiene protagonismo, de
hecho se esbozan ciertas cosas muy interesantes y, de repente, desaparece de la
trama y no se vuelve a saber de ella… la de Zabalza, por otro lado, vuelve a
quedar incompleta, se nos dice que es homosexual en la primera novela, pero ¿y
qué? No tiene ninguna relevancia.
Y luego, algunos aspectos que me
quedan “abandonados”. El padre de Amaia para mí es incomprensible, como ya he
dicho, y quiero pensar que sus razones tendrá para obrar como lo hace, pero
aquí no se entiende. También se insinúa algo acerca del agente Dupree, como que
está desaparecido y que Amaia, al hablar con él, se “pone en peligro” de alguna
manera. Pero a mitad de libro esta historia desaparece. Y por último, la
relación amorosa de Amaia y James, tan perfecta en la primera parte, aquí se
resiente, James se siente “abandonado”, y ella está tremendamente irascible al
principio. Además aparece el atractivo (y pesado) juez Markina que está muy
interesado en la inspectora. De todas maneras no se explota mucho este trío
amoroso, veremos lo que sucede.
Así pues, lo que más me ha
gustado es que engancha mucho, quieres seguir leyendo porque no sabes quién es
el malo, tus sospechas van en una dirección, pero no estás segura. También que,
como en el anterior, la jefa sea una mujer y sea la más competente de todos. Y,
de nuevo, la documentación.
Lo que menos, esas cosas que deja
olvidadas a mitad de la novela y que no retoma. Veremos si las resuelve todas
al final.
Recomiendo esta novela sobre todo
a aquellas personas que les guste el misterio y las historias policíacas, aunque
como he dicho al principio, mejor si os habéis leído el primer libro.
Citas:
“No hay memoria tan precisa, tan
vívida y evocadora como la que se recupera a través del olfato, y va tan unida
a las sensaciones que se experimentaron junto al olor, que es sobrecogedor lo
que se llega a recordar, incitada la mente por unas pocas notas de aroma”.
“No tienen ningún mérito ser fiel
cuando lo que vemos no os tienta o cuando nadie nos mira. La verdadera prueba
se presenta cuando aparece alguien de quien nos enamoraríamos de no tener
pareja, alguien que sí da la talla, que nos gusta y nos atrae. Alguien que sería
la persona perfecta de no ser por qué ya
hemos elegido a otra persona perfecta. Esa es la fidelidad”.
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