Todo era mejor cuando era capaz
de soñar. Cuando vivía de la ilusión. Cuando me embriagaba el pensar cómo sería
mi vida. Divagar sobre lo que me podría encontrar a la vuelta de cada esquina,
mirar con los ojos cargados de fantasía y componer mis propias canciones al son
del poder de mi imaginación.
Todo era mejor cuando me
levantaba con una utopía en mente cada mañana. Cuando confiaba en que mis
deseos se convertirían en realidad. Cuando conservaba la esperanza aunque todo estuviera
en mi contra. Cuando tenía ganas y fuerzas para luchar.
Ahora mi vida es, ya no puede
ser. De repente no cabe en mi boca el futuro, tan sólo el presente. Ya no hay
proyectos imposibles o viajes lejanos. Dejé lo onírico por lo empírico. La
batalla del corazón contra la razón se ha saldado a favor del equipo visitante.
Maldito intruso. Yo no quería crecer, pero he crecido. Yo ansiaba ser Peter Pan
y resulta que soy Wendy.
El largo plazo cada día es más
largo, pero hay que ir paso a paso, sobre seguro, sin saltar muy alto, no sea
que nos hagamos daño. Cada vez menos derechos, cada vez más obligaciones. Se
repite el ‘tengo que’, se aleja el ‘quiero que’.
Y yo me pregunto ¿por qué? ¿Por
qué no hacer lo que uno desea sin mirar si compensa o no? ¿Por qué los adultos
no saltamos sobre los charcos, si no que los bordeamos como si fueran tóxicos o
venenosos? ¿Por qué tanta verdura y tan poco chocolate? ¿Por qué hemos dejado
de jugar y sólo trabajamos? ¿Por qué tenemos que medir los planes cuando en
nuestra cabeza cabe todo? ¿Por qué no afirmar que podemos volar si de verdad
podemos soñar que lo hacemos?
Yo anoche volé en mis sueños. La
gravedad no existe en mi imaginación. El mundo que podemos crear dentro de
nosotros es inabarcable. Los juegos son el alimento del alma. Lo dulce siempre
es placentero, y lo placentero, te hace feliz. Lo único venenoso en este mundo
es rendirse y dejar de perseguir quimeras. Lo que realmente compensa en esta
vida es lo que nos hace sonreír. O llorar. O emocionarnos. O enfadarnos. O
enrabiarnos. O extasiarnos. En definitiva, lo que nos hace sentir. La anestesia
es mala compañera.
Hoy he decidido volver a
escribir. Mi sueño. Mi ilusión. Sé que nunca dejé de hacerlo. Cada día recitaba
unas líneas en mi corazón y las guardaba bajo llave en el alma, a la espera de
que alguien me dijera, ‘ya puedes hacerlo’. Pero ya no necesito permiso. Me lo
he dado yo misma. ¿Por qué temer el fracaso, si no intentarlo ya lo es?
El mundo era mejor cuando era
capaz de soñar. Y ya os he dicho que anoche soñé que volaba. Sigo aquí, con los
pies en el suelo, y la cabeza en las nubes.
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